"El mayor peligro de los gobiernos es querer gobernar demasiado".
- Conde de Mirabeau
La mejor manera de dar respuesta a la pregunta de la sostenibilidad es realizar un examen comparativo de los instrumentos de medición existentes en ámbitos internacionales. En este aspecto, la comparación no es con nosotros mismos, sino con quienes han logrado dar respuestas adecuadas que permitieron solucionar el problema. No podremos lograr una solución integral si no aceptamos las condiciones que impone la realidad: aceptar que vivimos en ciudades, con la informalidad como inquilina, son dos condiciones ineludibles.
La ciudad, como espacio vivo en el que interactuamos cotidianamente, requiere de un grado de consciencia y conocimiento para que podamos asumirnos sus habitantes. Es una combinación de vivienda en casa propia y de enamoramiento festivo el que necesitamos. Es nuestra casa grande, las plazas son el patio y sus espacios, el lugar donde nos reunimos en familia. Aunque parezca básica la metáfora, es la manera de comprender la complejidad que nace de esa relación que debe ser de respeto y convivencia grata.
Debemos resolver la agenda de los Burgos de la Edad Media. Construidos en el periodo de revolución urbana y comercial desde mediados del siglo XII, eran barrios formados en torno a un mercado que estaba al lado de una iglesia o fuera de las murallas de ciudades preexistentes. Correspondió a los Burgos resolver la organización de los habitantes, el uso del agua, los deshechos, el espacio público, la seguridad, los suministros, las fiestas, el tránsito y el lugar para los animales… En alguna de nuestras ciudades, seguimos con temas de esa agenda. La palabra ‘burgués’ significaba ‘habitante de un burgo’. El administrador, se llamaba ‘burgomaestre’.
Para comprender la administración del espacio urbano/rural como un continuo, debemos aceptar que las ciudades no producen agua, comida y energía de manera autónoma y suficiente y, por tanto, se debe tomar consciencia de que nuestro espacio urbano llega hasta donde necesitamos proveernos de algo que no tenemos. Esto genera flujos y relaciones de complementariedad y dependencia.
Cuando vamos a un mercado o un supermercado, los productos que se expenden, dejan en evidencia las distancias superadas desde donde se produjo para que podamos consumirlo, y la gestión que tienen que haberse cumplido para llegar hasta nosotros. La sociedad industrial incorporó calidad y variedad, y el marketing la presentación que tanto conflicto genera a nuestra calidad de consumidores despistados. Cuando al tomate que compramos le pongamos rostro humano, estaremos recibiendo el calor de la mano que lo recogió.
Estos procesos requieren de un nivel de maduración para obtener resultados efectivos, es el principio que los filósofos griegos denominan Kairós (momento oportuno). En los diversos ámbitos del conocimiento humano siempre hay un horizonte que se desplaza en el tiempo, según el grado de complejidad y alcance de la utopía hasta que las sociedades traspasan la masa crítica y esta se materializa.
En la planificación urbana las etapas de diagnóstico, propuesta y maduración son relativamente cortas; sin embargo, la concreción vista en un lapso muy corto podría darnos la impresión de que se ejecuta muy lentamente.
En muchos casos los cambios que se requieren en las ciudades es el resultado de dos fuerzas. Por un lado, la madurez de un gobierno municipal que consolide su accionar a través de una gestión fortalecida en su autoridad como legítimo administrador y planificador de la ciudad, con capacidad de acción, con una línea de consenso en los diferentes niveles de gobernabilidad que le permite la celeridad necesaria en la toma de decisiones y ejecución de tareas. Por otro lado, la madurez de una sociedad que haya estado adormecida e indiferente en términos de participación ciudadana y visión de presente y futuro y que empieza a gestar espacios de análisis y demandas genuinas a través de observatorios, plataformas y agrupaciones unidas por una causa común, consolida una fuerza motora indispensable para la ciudad.
Esta sinergia de fuerzas aporta a la transformación de la realidad socio-urbana gracias a esta simbiosis de gobernabilidad y gobernanza que se debe construir como un proceso natural de maduración ciudadana.
Hoy tenemos una masa crítica en nuestra sociedad que está apostando por una ciudad más sana, más vital, más humana. Indudablemente, diagnosticar los problemas y definir líneas de acción para la ciudad, constituyen una primera etapa fundamental y necesaria, pero ejecutar las acciones, concretar los cambios, transformar la ciudad en forma real y efectiva, es el verdadero desafío, es la acción trascendente, es la condición que hace que un hecho quede para siempre registrado en la historia de una ciudad.